El ligamento cruzado anterior (LCA) es uno de los cuatro ligamentos principales de la rodilla y es un ligamento estabilizador principal. El LCA es responsable de proporcionar un movimiento adecuado de la articulación y prevenir el deslizamiento que crea una rodilla inestable. Una lesión de LCA es bastante común, y se observa con mayor frecuencia en atletas e individuos activos. Una lesión de LCA puede variar desde un esguince pequeño hasta un desgarro completo.
Anatomía de la lesión de LCA La LCA recorre la rodilla desde la parte frontal de la tibia hasta la parte posterior del fémur, y es fundamental para mantener la estabilidad de la rodilla y brindar protección a los meniscos de la rodilla. Un desgarro del LCA, una rotura y otras formas de daño son extremadamente comunes en atletas por movimientos de giros y o por un golpe directo. Cuando el ligamento se estira más allá de su rango normal, la tibia se desliza hacia afuera desde debajo del fémur, lo que lleva a una rotura o estiramiento del LCA. Los pacientes de mayor riesgo incluyen aquellos involucrados en el esquí, fútbol, ??baloncesto, y gimnasia. En casi todos los deportes, las mujeres tienen un riesgo elevado de sufrir una lesión del LCA.
Los síntomas más comunes de una lesión de LCA incluyen una lesión aguda seguida de dolor, hinchazón y rango de movimiento limitado. Estos síntomas variarán según la gravedad de la lesión. Un esguince leve puede sentirse inestable con una inflamación limitada, mientras que un desgarro o rotura severa del LCA puede tener una sensación de "chasquido" en el momento de la lesión con una hinchazón o derrame considerable.
Durante su consulta ortopédica, se realizará un examen físico para evaluar los síntomas de la lesión del LCA. Una serie de radiografías es importante para descartar huesos rotos, artritis y otras lesiones de rodilla. Se usa además una resonancia magnética para determinar cualquier daño adicional y para confirmar el diagnóstico.
Evaluación Funcional deportiva / Functional Sports Assessment (FSA) Las investigaciones actuales han indicado que el riesgo de lesión de LCA puede estimarse mediante una evaluación física del CORE y la función de la extremidad inferior, incluida la fuerza, el movimiento y la posición de las piernas durante actividades provocativas como correr, saltar, aterrizar y cambios de dirección rápidos. Cuando se identifican anomalías, se pueden instituir actividades de terapia correctiva que pueden ayudar a reducir el riesgo de lesión del LCA. Esta prueba generalmente se recomienda en individuos sanos, para determinar el riesgo de lesión del LCA e instituir un programa de rehabilitación de protección en individuos de alto riesgo. Además, se puede usar esta evaluación después de la cirugía para determinar la preparación para el retorno deportivo, así como la estratificación de riesgo de lesiones en la misma rodilla o en la rodilla contralateral (opuesta) después de la reanudación de las actividades deportivas.
No todas las lesiones del LCA requieren cirugía. La gravedad y los síntomas de la lesión de LCA determinan el tratamiento. Una lesión se diagnostica típicamente como un desgarro completo o parcial. En muchos casos, las lesiones completas requieren cirugía para restaurar la estabilidad de la rodilla. Sin embargo, en algunos pacientes que tienen en cuenta la edad y el nivel de actividad, el tratamiento no quirúrgico, incluido el refuerzo y la terapia física, puede ser adecuado. Los desgarros parciales pueden considerarse para cirugía o tratamiento no quirúrgico según las demandas de actividad de los pacientes y la estabilidad de la rodilla.
Si una lesión del LCA no incluye la inestabilidad de la rodilla o un desgarro de LCA grave, se puede recomendar una combinación de hielo, calor, descanso, elevación, fisioterapia, refuerzo y actividad modificada. El éxito del tratamiento no quirúrgico se basa en la capacidad del paciente para volver a las actividades recreativas y cualquier síntoma recurrente de inestabilidad o presencia de sensación de fallo en la march.
Un desgarro o lesión del LCA más grave puede requerir cirugía para restablecer la función normal de la rodilla y el rango de movimiento. Una reconstrucción artroscópica es la opción de tratamiento en muchos casos. Este procedimiento consiste en eliminar fragmentos de la ACL dañada y reemplazarla con otra forma de tejido blando, llamada injerto. Las opciones de injerto incluyen la extracción de su propio tejido, más comúnmente del tendón patelar y los isquiotibiales. Las ventajas de usar su propio tejido incluyen un menor riesgo de re-rotura y una mejor incorporación por parte del organismo. En algunos casos, se puede recomendar un aloinjerto o un tendón de donante cadáver. La principal ventaja del tejido de aloinjerto es una menor morbilidad quirúrgica y una recuperación inicial más rápida, ya que no se extrae tejido de la rodilla del paciente para reconstruir el LCA. Sin embargo, algunos estudios han sugerido un mayor riesgo de re-rotura asociado con el uso de aloinjertos, particularmente en pacientes más jóvenes.
Después de la cirugía del LCA, los objetivos iniciales de la rehabilitación son reducir la inflamación y restaurar el movimiento. Los pacientes generalmente son capaces de soportar peso con bastones inmediatamente después de la cirugía. El regreso al trabajo o la escuela generalmente es posible entre 7 a 10 días después de la cirugía. La fisioterapia formal se inicia aproximadamente 3 días después de la cirugía. En general, los pacientes pueden iniciar uso bicicleta de ejercicios de 4 a 6 semanas, y correr de forma ligera progresivamente a las 12 a 14 semanas. El retorno a los deportes se autorizará a los 7-8 meses después de la cirugía según el progreso individual.
Para obtener más información sobre el tratamiento de una lesión del LCA, comuníquese con la consulta del Dr. Daniel Apablaza, especialista en Cirugía de Rodilla y lesiones deportivas de la ciudad de Talca, Chile.
daniel@apablaza.org o al telefono +56990991800